Cruce de caminos
Ubicado a escasa distancia de la capital palentina y situado casi en la línea divisoria de los Montes Torozos con la Tierra de Campos, mucha no será la dificultad para que podamos acercarnos a visitar este agradable rincón de Villamartín de Campos. Su situación privilegiada en dos de las más importantes vías de comunicación históricas de esta comarca -la que unía Palencia con la ciudad de los Almirantes (Medina de Rioseco), y por otro, la del viejo camino de León y Asturias-, hicieron de esta villa un importante eje de enlace y hasta un hito histórico. Por ella pasaban productos y mercaderías de todo género, subía lana, trigo y harina para los puertos de Asturias y Galicia, y de ellos venían pescado, paños y otras mercancías. Al ser tan importante lugar de tránsito, llegó a contar con una posada conocida como ‘la X’, donde se detenía la línea de postas y diligencias que hacían el camino de Palencia a León. Además, para atender a los transeúntes enfermos, llegó a contar con un hospital. En Villamartín hicieron parada y fonda reyes y magnates que aquí firmaron pactos, y hasta los Comuneros de Castilla se sintieron cómodos en ella, lo que generaría algunos perjuicios para sus vecinos. Qué importante fue Villamartín que tuvo hasta ferrocarril, eso sí, de vía estrecha, conocido como ‘el secundario de Castilla’, o más familiarmente como ‘el tren burra’ dadas las velocidades que alcanzaba en sus trayectos, y que se mantuvo en circulación hasta mediados del siglo pasado. Ahora, sobre el perfil del caserío de la villa, sobresale la silueta de la pétrea espadaña de su iglesia parroquial del Salvador, que es un edificio barroco de una sola nave adornado en el interior con algunos buenos retablos de la misma época. Conjunto de edificaciones Si nos damos una vuelta por los alrededores del pueblo, veremos que en las eras se mantienen en pie a duras penas algunos de los palomares circulares de tapial más grandes de la comarca. Y en su espaciosa y diáfana Plaza Mayor, aparte de su moderno Ayuntamiento que se adorna con una pequeña torrecilla del reloj, conviven un buen conjunto de edificaciones de diferentes épocas: modernistas, tradicionales y hasta una mudéjar, que si no se hace algo por remediarlo, pronto se dará a la ruina. Sin alejarnos mucho de esta plaza, podremos localizar la bella y labrada fachada barroca de la que fuera casa-palacio de los Martín-Ovejero, mayorazgo que se instaló en la villa junto con otros hidalgos allá por el siglo XVIII, que también colgaron sus piedras armeras en algunas otras casas de la villa. Hoy sobre este palacio, que por muchos años estuvo en ruinas, sobrevuela y se mueve de aquí para allá una grúa pluma que nos demuestra que siguen adelante las obras de rehabilitación del edificio, que prometen convertirlo en un centro hostelero de primera categoría, como bien reza en la banderola que cuelga en su noble balconada. Dicho esto, claro queda que en Villamartín se están instalando y desarrollando un buen grupo de proyectos emprendedores. Los primeros fueron la familia De Prado Gairaud, que eran de origen francés aunque con raíces familiares en la localidad, y que en la década de los noventa instalaron una granja de cría de aves que con el paso del tiempo se convirtió en una fábrica de elaboración de patés. Posteriormente, se puso en marcha la Posada de Campos, un original centro de turismo rural que además se amplió con un centro ecuestre, donde los amantes del caballo pueden disfrutar de cabalgadas por los diáfanos paisajes que les regala la inmensidad casi infinita de la Tierra de Campos.